Sobre la Isla

 Símbolos Nacionales: 

La Constitución de la República de Cuba, en vigor desde el 24 de febrero de 1976, establece en el artículo 49:

Los símbolos nacionales son los que han presidido por más de 100 años las luchas cubanas por la independencia, por los derechos del pueblo y por el progreso social:

-la bandera de la estrella solitaria;

-el himno de Bayamo;

-el escudo de la palma real cuba_bandera

La bandera de la estrella solitaria

Es el símbolo más representativo a nivel internacional.

Fue diseñada por el poeta Miguel Teúrbe Tolón y de la Guardia (1820-1857), según indicaciones del General de origen venezolano Narciso López de Uriola (1798-1851) con el propósito de ondearla en su proyectado movimiento separatista-anexionista.

Resultó enarbolada por primera vez el 19 de mayo de 1850, cuando el General López desembarcó con una expedición armada en la ciudad de Cárdenas, Matanzas.

Bajo este pabellón, también se alzaron Joaquín de Agüero (camagüeyano) e Isidoro Armenteros (trinitario) en el año 1851.

Iniciada la guerra por la independencia el 10 de octubre de 1868, fue adoptada como emblema nacional por la Asamblea Constituyente de la República de Cuba, reunida en Guáimaro el 11 de abril de 1869. A partir de entonces, presidió todas las luchas de los cubanos por la liberación nacional.

Sus tres franjas azules representan los departamentos en los que se dividía la isla de Cuba en el siglo XIX: Oriente, Centro y Occidente; las dos blancas, la pureza del ideal independentista; el triángulo equilátero rojo, la igualdad, la fraternidad y la libertad y, a su vez, la sangre vertida por esas aspiraciones, en tanto la estrella blanca de cinco puntas que aparece, solitaria, al centro del triángulo indica el carácter soberano de Cuba entre los demás pueblos.

Himno-nacional-cubanoEl himno de Bayamo

El patriota Pedro (Perucho) Figueredo Cisneros (1819-1870) compuso la letra y música del Himno Nacional.

Fue cantado en su forma original por vez primera el 20 de octubre de 1868, cuando el Ejército Libertador tomó la ciudad de Bayamo. Por constituir trascendental hecho de la historia patria, se ha tomado esta fecha como el Día de la Cultura Cubana. Se le llamó en sus inicios La Bayamesa, como evocación a La Marsellesa, y por haber nacido en la ciudad de Bayamo.

Con el tiempo, la melodía sufrió alteraciones al no contar con la partitura original; pero finalmente se obtuvo, de puño y letra de Figueredo. Tras varios análisis y discusiones, se acordó mantener la versión de armonización e introducción hecha por Antonio Rodríguez Ferrer.

La versión actual de La Bayamesa, refrendada por la Ley de los Símbolos Nacionales de 1983, es la que José Martí publicó el 25 de junio de 1892  en su periódico Patria, armonizada por Emilio Agramante y que fue revisada en 1898 por Rodríguez Ferrer.

Este himno fraguado en el combate, ha sido compañero inseparable para enfrentar las luchas por la libertad y la soberanía nacionales.

Texto

¡Al combate corred, bayameses
que la patria os contempla orgullosa!
No temáis una muerte gloriosa
que morir por la patria es vivir.

En cadenas vivir, es vivir
en afrenta y oprobio sumidos
del clarín escuchad el sonido

¡A las armas valientes, corred! escudo de la palma real cubaEl Escudo de la Palma Real

Al igual que la bandera, el escudo nacional fue diseñado en 1849 por Miguel Teurbe Tolón y conserva su concepción básica original,  aunque con algunos cambios.

Las especificaciones de ambos símbolos quedaron establecidas mediante Decreto por el primer presidente de Cuba, Tomás Estrada palma, el 21 de abril de 1906 y han permanecido sin modificaciones desde entonces.

En el cuerpo superior horizontal del escudo,  se representa la importancia geográfica y política de Cuba por medio de una llave dorada que abre la entrada del Golfo de México; el sol naciente es la república que surge.

Las franjas blancas y azules tienen igual significado que las de la bandera, y se encuentran a lo largo del cuerpo izquierdo. En el derecho vertical,  aparece un paisaje presidido por la palma real, como referencia al carácter indoblegable del pueblo cubano.

Sirve de soporte al escudo un haz de once varas que simboliza la unión en la lucha por la libertad, coronado por un gorro frigio de cuyo centro emerge la estrella solitaria, muestra de  independencia y soberanía. Su color rojo representa la sangre derramada para lograrlas. Orlan el escudo, a su derecha, una rama de encina, y a su izquierda, una de laurel que representan la fortaleza y la victoria.

Cuba posee otras representaciones que la distinguen del resto de las naciones del mundo.

Ave Nacional

El tocororo (Priotelus temnurus), perteneciente a la familia de los trogones y quetzales, es endémico de Cuba. Por la belleza de su plumaje, que incluye los colores de la bandera cubana, y por su imposibilidad de vivir en cautiverio es considerado el ave nacional

Es un ave pacífica, que permite acercarse a ella sin huir.  Se le  ve con facilidad en los bosques tupidos con altos árboles de variadas especies, como el soplillo, el almácigo y la yagruma. Se localiza fundamentalmente en la Siera de los Órganos, Ciénaga de Zapata, el Escambray, complejo montañoso de la Sierra Maestra e Isla de la Juventud. Puede escuchársele por cientos, lanzando al éter su “to-co-ro-ro, to-co-ro-ro”.

No se permite su caza o captura. según la Resolución No. 81 de 1982, Pero más allá de la connotación legal, la protección de esta pequeña maravilla del reino animal tiene connotaciones morales. Protegerla significa también defender la identidad cubana.

Flor Nacional

La Mariposa (Hedychium Coronarium Koenig) que toma su nombre por el parecido de sus pétalos a este insecto lepidóptero, es la flor nacional de la República de Cuba.

La planta que da origen a esta olorosa flor, alcanza hasta un metro y medio de altura y sus hojas verdes y grandes son lanceoladas y envainadas.

Por su blancura se le asocia a la pureza de los ideales independentistas y a la paz. La mariposa es además símbolo de delicadeza, gracia y esbeltez de la mujer cubana.

Árbol Nacional

La Palma Real (Roystonea Regia. O.F.Cook) es reconocida como la reina de los campos cubanos por la majestuosidad de su estructura, su peculiar talla, su fortaleza, la utilidad que reporta y por ser el más numeroso de sus árboles.

Alcanza generalmente una altura entre cuarenta y cincuenta pies, coronada por un penacho de hojas Forma parte central del paisaje que se encuentra estampado en el escudo de la República. 

Ubicación Geográfica

Forman el archipiélago cubano las islas de Cuba y de la Juventud más alrededor de 4 195 cayos e islotes. Está situado en el Mar Caribe, a la entrada del Golfo de México. Limita al Norte con el Estrecho de la Florida, el Canal de las Bahamas y el Océano Atlántico; al Este, con el Paso de los Vientos; al Sur, con el Mar Caribe y, al Oeste, con el Canal de Yucatán.

Cuba es la mayor de las Antillas. Abarca un área total de 110 860 km2 y una plataforma insular de aproximadamente 67  832 km2.

Tiene una longitud aproximada de 1 200 km. desde el Cabo San Antonio, extremo occidental, a la Punta de Maisí, extremo oriental. Su ancho máximo es de 191 km. (en la región oriental) y uno mínimo de 31 km. (en su región occidental).

Síntesis Histórica

Cuando Cristóbal Colón arribó a Cuba el 27 de octubre de 1492 y sus naves recorrieron durante cuarenta días la costa norte oriental de la isla,  apreció, junto a la exuberante naturaleza, la presencia de pobladores pacíficos que le ofrecían algodón, hilado y pequeños pedazos de oro a cambio de baratijas.

Dos años después, al explorar la costa sur durante su segundo viaje, el Almirante se percataría de la diversidad de esos aborígenes, pues los de la región oriental que lo acompañaban no podían entenderse con los de la parte occidental.

El poblamiento de la isla se había iniciado, cuatro milenios antes, por corrientes migratorias: las primeras probablemente desde el norte del continente a través de la Florida, y las posteriores, llegadas en sucesivas oleadas desde la boca del Orinoco a lo largo del arco de las Antillas.

Entre los aproximadamente 100 000 indígenas que habitaban la Isla al iniciarse la conquista española, existían grupos con distintos niveles de desarrollo sociocultural. Los más antiguos y atrasados  ya casi extinguidos en el siglo XV vivían de la pesca y la recolección y fabricaban sus instrumentos con las conchas de grandes moluscos. Otro grupo, sin despreciar la concha, poseía instrumentos de piedra pulida y, junto a las actividades recolectoras, practicaba la caza y la pesca. Más avanzados, los procedentes de Sudamérica – pertenecientes al tronco arahuaco- eran agricultores, y con su principal cultivo, la yuca, fabricaban el casabe, alimento que se podía conservar. Confeccionaban objetos y recipientes de cerámica y poseían un variado instrumental de concha y piedra pulida. Sus casas de madera y guano de palma (los bohíos) agrupadas en pequeños poblados, constituirían durante varios siglos un elemento fundamental del hábitat del campesinado cubano.

La Sociedad Colonial

La conquista por España se inicia casi dos décadas después del primer viaje de Colón, como parte del proceso de ocupación que se irradiaba hacia diversas tierras del Caribe. A Diego Velázquez, uno de los más ricos colonos de La Española, se encargó sojuzgar el territorio cubano, que se inició en 1510 con una prolongada operación de reconocimiento y conquista plagada de cruentos incidentes. Alertados acerca de las tropelías cometidas por los españoles en las islas vecinas, los aborígenes de la región oriental resistieron la invasión dirigidos por Yahatuey o Hatuey, un cacique fugitivo de La Española, quien fue apresado y quemado vivo como escarmiento.

Con la fundación de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa en 1513, los españoles emprendieron el establecimiento de siete villas con el objetivo de controlar el territorio conquistado: Bayamo (1513), la Santísima Trinidad, Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, San Cristóbal de La Habana (1514) y Santiago de Cuba (1515), esta última designada sede del gobierno. Desde estos asentamientos, que en su mayoría cambiaron su primitiva ubicación, iniciaron los conquistadores la explotación de los recursos de la isla.

La economía se sustentó en el trabajo de los indígenas, entregados a los colonos por la Corona mediante el sistema de encomiendas, especie de concesión personal, revocable y no transmisible, mediante la cual el colono se comprometía a vestir, alimentar y cristianizar al aborigen a cambio del derecho de hacerlo trabajar en su beneficio. El renglón económico dominante en estos primeros años fue la extracción de oro, en la que también se emplearon algunos esclavos negros integrado desde muy temprano al conglomerado étnico que siglos después constituiría el pueblo cubano.

El rápido agotamiento de los lavaderos de oro y la drástica reducción de la población  incluidos los españoles, alistados en gran número en las sucesivas expediciones para la conquista del continente  convirtió a la ganadería en la principal fuente de riqueza. A falta de oro, la carne salada y los cueros serían las mercancías casi exclusivas con que los escasos colonos podrían incorporarse a los circuitos comerciales del naciente imperio español.

Concebido bajo rígidos principios mercantilistas, el comercio imperial se desarrollaría como un cerrado monopolio que manejaba la Casa de Contratación de Sevilla, lo que no tardó en despertar los celosos apetitos de otras naciones europeas. Corsarios y filibusteros franceses, holandeses e ingleses asolaron el Caribe, capturaron navíos y saquearon ciudades y poblados. Cuba no escapó de esos asaltos: los nombres de Jacques de Sores, Francis Drake y Henry Morgan mantuvieron en pie de guerra por más de un siglo a los habitantes de la Isla. Las guerras y la piratería también trajeron sus ventajas. Para resguardar el comercio, España decidió organizar grandes flotas que tendrían como punto de escala obligado el puerto de La Habana, estratégicamente situado al inicio de la corriente del Golfo. La periódica afluencia de comerciantes y viajeros, junto con los recursos destinados a financiar la construcción y defensa de las fortificaciones que, como el Castillo del Morro, guarnecían la bahía habanera, se convertirían en una importantísima fuente de ingresos para Cuba. Los pobladores de las regiones alejadas, excluidos de tales beneficios, apelaron entonces a un lucrativo comercio de contrabando con los piratas y corsarios, que de este modo menos agresivo también burlaban el monopolio comercial sevillano. Empeñadas en sofocar tales intercambios, las autoridades coloniales terminaron por chocar con los vecinos, principalmente los de la villa de Bayamo, quienes con su sublevación de 1603, ofrecieron una temprana evidencia de la diversidad de intereses entre la “gente de la tierra” y el gobierno metropolitano. Uno de los incidentes provocados por el contrabando inspiró poco después el poema Espejo de Paciencia, documento primigenio de la historia literaria cubana.

A principios del siglo XVII, la Isla, que en ese momento contaba con unos 30 000 habitantes, fue dividida en dos gobiernos, uno en La Habana y otro en Santiago de Cuba, aunque la capital se estableció en aquella. Aunque lentamente, la actividad económica crecía y se diversificaba con el desarrollo del cultivo del tabaco y la producción de azúcar de caña. Paulatinamente se establecieron nuevas poblaciones, por lo general alejadas de las costas, y crecieron las primitivas villas, donde comenzaba a manifestarse un estilo de vida más acomodado y a practicarse frecuentes diversiones, desde los juegos y bailes hasta las corridas de toros y los altares de cruz. De la actividad religiosa, que era con mucho la nota dominante de la vida social, quedarían importantes huellas arquitectónicas, entre las que vale como muestra el magnífico Convento de Santa Clara.

La subida al trono español de la dinastía Borbón a principios del siglo XVIII trajo aparejada una modernización de las concepciones mercantilistas que presidían el comercio colonial. Lejos de debilitarse, el monopolio se diversificó. Ello condujo a la instauración del estanco del tabaco, destinado a monopolizar en beneficio de la Corona la elaboración y comercio de la aromática hoja, convertida ya en el más productivo renglón económico de la Isla. La medida provocó la resistencia de comerciantes y cultivadores mediante protestas y sublevaciones, la tercera de las cuales fue reprimida con la ejecución de once vegueros en Santiago de las Vegas, población próxima a la capital. Imposibilitados de vencer el monopolio, los más ricos habaneros decidieron participar de sus beneficios. Asociados con comerciantes peninsulares, lograron obtener el favor del Rey  para constituir una Real Compañía de Comercio de La Habana (1740), que monopolizó por más de dos décadas la actividad mercantil de Cuba.

El siglo XVIII fue escenario de sucesivas guerras entre las principales potencias europeas, que en el ámbito americano persiguieron un definido interés mercantil. Todas ellas afectaron a Cuba de uno u otro modo; pero la más trascendente fue la de los siete Años (1756-1763), en cuyo curso La Habana fue tomada por un cuerpo expedicionario inglés. La ineficacia de las autoridades españolas en la defensa de la ciudad contrastó con la disposición combativa de los criollos, expresada sobre todo en José Antonio Gómez, valeroso capitán de milicia de la cercana villa de Guanabacoa, muerto a consecuencia de los combates. Durante los once meses que duró la ocupación inglesa  agosto de 1762 a julio de 1763 La Habana fue teatro de una intensa actividad mercantil que pondría de manifiesto las posibilidades de la economía, hasta ese momento aherrojada por el sistema colonial español.

Al restablecerse el dominio hispano sobre la parte occidental de la Isla, el Rey Carlos III y sus ministros “ilustrados” adoptaron una sucesión de medidas que favorecerían el progreso del país. La primera fue el fortalecimiento de sus defensas. A la construcción de la costosísima fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en La Habana, se sumarían numerosas edificaciones civiles, como el Palacio de los Capitanes Generales (de gobierno), y religiosas, como la Catedral, devenidas símbolos del paisaje habanero. El comercio exterior se amplió, a la vez que se mejoraron las comunicaciones interiores y se fomentaron nuevas poblaciones como Pinar del Río y Jaruco. Otras medidas estuvieron encaminadas a renovar la gestión gubernativa, particularmente con la creación de la Intendencia y de la Administración de Rentas. En este contexto se efectuó el primer censo de población (1774). que arrojó la existencia de 171,620 habitantes.

Acontecimientos internacionales contribuyeron a la prosperidad de la Isla. El primero fue la guerra de independencia de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica, durante la cual España – partícipe del conflicto- autorizó el comercio entre Cuba y los colonos sublevados. La importancia de este cercano mercado se pondría de manifiesto pocos años después, durante las guerras de la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico, en las cuales España se vio involucrada con grave perjuicio para sus comunicaciones coloniales. En esas circunstancias se autorizó el comercio con los “neutrales”  Estados Unidos, y la economía de la Isla creció vertiginosamente, apoyada en la favorable coyuntura que para los precios del azúcar y el café creó la revolución de los esclavos en la vecina Haití. Los hacendados criollos se enriquecieron y su flamante poder se materializó en instituciones que, como la Sociedad Económica de Amigos del País y el Real Consulado, canalizaron su influencia en el gobierno colonial. Liderados por Francisco de Arango y Parreño, estos potentados criollos supieron sacar buen partido de la inestable situación política y, una vez restaurada la dinastía borbónica en 1814, obtuvieron concesiones como la libertad del comercio, el desestanco del tabaco y la posibilidad de afianzar legalmente sus posesiones agrarias.

Tal progreso material se sentaba en el pavoroso incremento de la esclavitud. A partir de 1790, en solo treinta años fueron introducidos en Cuba más africanos que en el siglo y medio anterior. Con una población que en 1841 superaba ya el millón y medio de habitantes, la Isla albergaba una sociedad sumamente polarizada: entre una oligarquía de terratenientes criollos y grandes comerciantes españoles y la gran masa esclava, subsistían las disímiles capas medias, integradas por negros y mulatos libres y los blancos humildes del campo y las ciudades, estos últimos cada vez más remisos a realizar trabajos manuales considerados vejaminosos. La esclavitud constituiría una fuente de inestabilidad social, no solo por las frecuentes manifestaciones de rebeldía de los esclavos  tanto individuales como en grupos sino porque el repudio a dicha institución dio lugar a conspiraciones de propósitos abolicionistas. Entre estas se encuentran la encabezada por el negro libre José Antonio Aponte, abortada en 1812, y la Conspiración de la Escalera (1844), que dio pie a una cruenta represión. En esta última perdieron la vida numerosos esclavos, negros y mulatos libres, entre quienes figuraba el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido).

El desarrollo de la colonia acentuó las diferencias de intereses con la metrópoli. A las inequívocas manifestaciones de una nacionalidad cubana emergente, plasmadas en la literatura y otras expresiones culturales durante el último tercio del siglo XVIII, sucederían definidas tendencias políticas que proponían encontradas soluciones a los problemas de la Isla. El cauto reformismo promovido por Arango y los criollos acaudalados encontró continuidad en un liberalismo de corte, igualmente reformista, encarnado por José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero y otros prestigiosos intelectuales vinculados l sector cubano de los grandes hacendados. La discriminatoria política colonial de España en Cuba tras la pérdida de sus posesiones en el Continente, habría de frustrar en reiteradas ocasiones las expectativas reformistas.

Esto favoreció el desarrollo de otra corriente política que cifraba sus esperanzas de solución de los problemas cubanos en la anexión a Estados Unidos. En esta actitud convergía tanto un sector de los hacendados esclavistas que veía en la incorporación de Cuba a la Unión norteamericana una garantía para la supervivencia de la esclavitud  dado el apoyo que encontrarían en los estados sureños como individuos animados por las posibilidades que ofrecía la democracia estadounidense en comparación con el despotismo hispano. Los primeros, agrupados en el Club de La Habana, favorecieron las gestiones de compra de la Isla por el gobierno de Washington, y las posibilidades de una invasión “liberadora” encabezada por algún general norteamericano.

En esta última dirección encaminó sus esfuerzos Narciso López, general de origen venezolano que, tras haber servido largos años en el ejército español, se involucró en los trajines conspirativos anexionistas. López condujo a Cuba dos fracasadas expediciones, y en la última fue capturado y ejecutado por las autoridades coloniales en 1851.

Otra corriente separatista más radical aspiraba a la independencia de Cuba. De temprana aparición, en 1810 se descubre la primera conspiración independentista liderada por Román de la Luz, y este separatismo alcanza un momento de auge en los primeros años de la década de 1820. Bajo el influjo coincidente de la gesta emancipadora en el continente y el trienio constitucional en España, proliferaron logias masónicas y sociedades secretas. Dos importantes conspiraciones fueron abortadas en esta etapa: la de los Soles y Rayos de Bolívar (1823), en la que participaba el poeta José María Heredia – cumbre del romanticismo literario cubano- y la de la Gran Legión del Águila Negra alentada desde México. También por estos años, el independentismo encontraba su plena fundamentación ideológica en la obra del presbítero Félix Varela. Profesor de Filosofía en el Seminario de San Carlos en La Habana, Varela fue electo diputado a Cortes en 1821 y tuvo que huir de España cuando la invasión de los “cien mil hijos de San Luis” restauró el absolutismo. Radicado en Estados Unidos, comenzó a publicar allí el periódico El Habanero dedicado a la divulgación del ideario independentista. Su esfuerzo, sin embargo, tardaría largos años en fructificar pues las circunstancias, tanto internas como externas, no resultaban favorables al independentismo.

En los años posteriores, la situación económica cubana experimentó cambios significativos. La producción cafetalera se derrumbó abatida por la torpe política arancelaria española, la competencia del grano brasileño y la superior rentabilidad de la caña. La propia producción azucarera se vio impelida a la modernización de sus manufacturas ante el empuje mercantil del azúcar de remolacha europeo. Cada vez más dependientes de un solo producto -el azúcar- y del mercado estadounidense, Cuba estaba urgida de transformaciones socioeconómicas a las cuales la esclavitud y la expoliación colonial interponían obstáculos. El fracaso de la Junta de Información, convocada en 1867 por el gobierno metropolitano para revisar su política colonial en Cuba, supuso un golpe demoledor para las esperanzas reformistas. Tales circunstancias favorecieron el independentismo latente entre los sectores más avanzados de la sociedad y propiciaron la articulación de un movimiento conspirativo en las regiones centro orientales del país.

Luchas por la independencia nacional

El movimiento estalló el 10 de octubre de 1868, al levantarse en armas el abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes, uno de los principales conspiradores, quien en su ingenio La Demajagua proclamó la independencia y dio la libertad a sus esclavos. El alzamiento, secundado poco después por los conspiradores de Camagüey y Las Villas, logró afirmarse, no obstante la despiadada reacción hispana. Mientras los españoles de las ciudades, agrupados en los cuerpos de voluntarios, sembraban el terror entre las familias cubanas, el ejército colonial avanzaba sobre Bayamo – la capital insurrecta- que los cubanos tendrían que abandonar, no sin antes reducirla a cenizas como expresión de su inclaudicable voluntad revolucionaria. En tan difíciles condiciones, el movimiento independentista logró unificarse, con la aprobación en Guáimaro de la Constitución que daba lugar a la República de Cuba en Armas.

El ejército libertador cubano, tras meses de duro aprendizaje, alcanzó una capacidad ofensiva que se pondría de manifiesto en la invasión de la rica región de Guantánamo por el General Máximo Gómez y las acciones libradas en las sabanas camagüeyanas por la caballería al mando de Ignacio Agramonte. Pero este avance militar se vio lastrado por las diferencias políticas, las cuales condujeron a la deposición de Céspedes de su cargo de Presidente de la República (1873) e impidieron el necesario apoyo en armas y medios de los patriotas emigrados. Una influencia igualmente negativa ejerció la política de hostilidad hacia los revolucionarios cubanos adoptada por el gobierno de Estados Unidos que prefirió atenerse a su vieja política, confiado en que el destino de Cuba gravitaría indefectiblemente hacia el dominio norteamericano.

El empuje militar cubano alcanzó su cenit entre 1874 y 1875, primero con la campaña de Máximo Gómez en Camagüey, jalonada por victoriosos combates de La Sacra y Palo Seco y la batalla de Las Guásimas -donde el ejército cubano derrotó una fuerza española de más de 4,000 hombres- y la posterior invasión a Las Villas por las tropas mambisas al mando del genial general dominicano. Pero el trascendental avance estratégico resultó desvirtuado por las disensiones intestinas que, al entorpecer la llegada de vitales refuerzos, posibilitaron que la invasión se empantanase sin conseguir su objetivo de llevar la guerra al rico territorio occidental.

El debilitamiento del esfuerzo independentista coincidió con la recuperación de la capacidad político-militar española, cuando la restauración monárquica de 1876 puso fin a las violentas conmociones que habían caracterizado la vida de la península tras la “revolución gloriosa” (1868) y con la posterior proclamación de la república. El desfavorable sesgo de la correlación de fuerzas y el desgaste en el campo insurrecto posibilitaron que un sector del movimiento independentista aceptase las propuestas del General español Arsenio Martínez Campos. La paz sin independencia firmada en el Zanjón (1878) no obtuvo el consenso de las fuerzas mambisas, y en particular fue rechazada por el General Antonio Maceo, jefe de las fuerzas de la parte más oriental de la Isla, quien, no obstante su humilde origen, había escalado la más alta jerarquía del Ejército Libertador a fuerza de valentía y capacidad combativa.

Aunque las acciones militares insurrectas no pudieron sostenerse por mucho tiempo, la Protesta de Baraguá, escenificada por Maceo y sus tropas, que encarnaban los sectores más populares del movimiento revolucionario, evidenció la irrevocable voluntad de los cubanos de continuar la lucha por la independencia.

En la década de 1880, la Isla atravesaría por un proceso de grandes cambios económicos y sociales. La esclavitud, muy quebrantada por la Revolución de 1868, fue abolida por España en 1886. Ello se vio acompañado por notables transformaciones en la organización de la producción azucarera, la cual alcanzaba definitivamente una etapa industrial. La dependencia comercial cubana respecto a Estados Unidos se haría prácticamente absoluta, y los capitales norteamericanos comenzaron a invertirse de manera creciente en diversos sectores de la economía.

La burguesía insular, alejada ya de aspiraciones independentistas, había dado lugar a dos formaciones políticas: el Partido Liberal, más adelante denominado Autonomista, que retomaba la vieja tendencia de conseguir reformas del sistema colonial español hasta alcanzar fórmulas de autogobierno; y el Partido Unión Constitucional, expresión reaccionaria de los sectores interesados en la plena integración de Cuba a España. El independentismo, reafirmado en su base popular, sería alentado sobre todo desde la emigración. Un primer estallido, la llamada Guerra Chiquita (1879), llevó nuevamente a los cubanos al campo de batalla en los territorios orientales y villareños, pero fue sofocada después de algunos meses por su escasa organización y débil coherencia política. A ella sucederían periódicos desembarcos, conspiraciones y alzamientos, casi siempre encabezados por los jefes militares de la Guerra de los Diez Años, los cuales fueron abortados o sofocados, dada la incapacidad de articular las acciones con un movimiento de masas amplio y unido. Esa sería la obra de José Martí.

Entregado desde su adolescencia al ideal independentista, José Martí y Pérez (La Habana, 1853) sufrió prisión y destierro durante la Guerra de los Diez Años. Sus vínculos con movimientos conspirativos posteriores le permitieron comprender que la revolución debía asentarse sobre nuevas bases programáticas y organizativas. Dotado de exquisita sensibilidad poética y brillantes facultades oratorias, Martí poseía también un profundo pensamiento político, enriquecido por la experiencia que sus años de vida en España, Estados Unidos y países latinoamericanos. Su labor de esclarecimiento y unificación, centrada en los núcleos de emigrados cubanos, principalmente en Estados Unidos pero con amplia repercusión en la Isla, cristalizó en 1892 en la constitución del Partido Revolucionario Cubano.

Concebido como la organización única de todos los independentistas, el Partido debía conseguir los medios materiales y humanos para la nueva empresa emancipadora, e investir a los jefes militares de la imprescindible autoridad política para desencadenar la guerra necesaria.

Esta estalló el 24 de febrero de 1895. Martí, que desembarcó en Cuba acompañado por Máximo Gómez, Jefe del Ejército Libertador, caía poco después en la acción de Dos Ríos. Pese a esta pérdida irreparable, la revolución se afirmó en la provincia de Oriente, donde Maceo -llegado en una expedición desde Costa Rica- había asumido el mando de las fuerzas mambisas, y se extendió poco después a Camagüey y Las Villas. Reunidos en Jimaguayú, los delegados del Ejército Libertador elaboraron la Constitución que regiría los destinos de la República en Armas. La asamblea eligió presidente al patricio camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt y designó General en Jefe y Lugarteniente General del Ejército Libertador a Máximo Gómez y Antonio Maceo respectivamente. Poco después Maceo partía de Baraguá al frente de una columna invasora que, unida a las fuerzas de Gómez (aguardando en Las Villas), debía avanzar sobre el occidente de la Isla. Tras los exitosos combates de Mal Tiempo, Coliseo y Calimete, el contingente invasor penetró en la provincia habanera para llevar el pánico a las autoridades coloniales en la capital. Con la llegada de las fuerzas de Maceo a Mantua – la población más occidental de Cuba- la invasión cumplía su objetivo: la guerra hacía sentir sus devastadores efectos en toda la Isla, cuyos principales renglones productivos experimentaron un brusco descenso. En esta ocasión España no podría extraer de Cuba los recursos necesarios para combatir la independencia.

Para enfrentar la insurrección generalizada, la metrópoli designó Capitán General a Valeriano Weyler, quien fue apoyado con cuantiosos refuerzos para desarrollar una guerra de exterminio. Pese al elevado costo humano que entrañaba este tipo de contienda -sobre todo por la reconcentración de la población campesina en las ciudades- Weyler no pudo contener la insurrección. La campaña de Gómez en La Habana y la de Maceo en Pinar del Río mantendrían en jaque al ejército colonialista. Aunque actuando en difíciles condiciones, las fuerzas mambisas recibían con cierta periodicidad los recursos bélicos remitidos desde la emigración por el Partido Revolucionario Cubano que, unido al armamento arrebatado al enemigo, le permitían mantener su capacidad operativa.

En diciembre de 1896 cae Maceo en el combate de San Pedro, y es sustituido como Lugarteniente General del Ejército Libertador por Calixto García, otro brillante general de la Guerra de los Diez Años. Gómez decide entonces concentrar sobre sí lo mejor de las fuerzas españolas, a las que somete a una demoledora campaña de desgaste en el centro de la Isla. Deja así las manos libres a García, que libra importantes combates en Oriente y captura las plazas fortificadas de Tunas y Guisa. Mientras, en occidente se producen miles de acciones de mediana y pequeña escala. La suerte del colonialismo español estaba echada.

El desarrollo de la revolución en Cuba, visto con creciente simpatía por el pueblo norteamericano, hace que el gobierno de Washington decida involucrarse en el conflicto en el sentido más favorable a sus intereses. Cediendo en parte a presiones estadounidenses, España otorga la autonomía a Cuba, medida tardía que no surte el efecto esperado. Se produce entonces  febrero de 1898 la explosión del acorazado Maine en el puerto habanero, hecho que Washington tomará como pretexto para movilizar la opinión pública e intervenir directamente en la guerra. Aunque admite formalmente la independencia de Cuba, sin reconocer sus instituciones, Estados Unidos entra en guerra con España y, con la colaboración de las fuerzas mambisas, desembarca sus tropas en la costa sur de la zona oriental de Cuba. Las acciones se deciden en torno a Santiago de Cuba. La flota española ha quedado bloqueada en el puerto santiaguero, intenta una salida en la cual es aniquilada por la superioridad de las fuerzas navales norteamericanas. Tras el asalto a las defensas externas de la ciudad por las fuerzas cubano-estadounidenses, el mando español decide rendirse. Hecho sintomático: los jefes militares cubanos, encabezados por Calixto García, son excluidos del acto de rendición y se prohíbe la entrada de sus fuerzas en la ciudad. Meses después, según el Tratado de París, España traspasará Cuba a los Estados Unidos.

La república neocolonial

El 1º de enero de 1899, Estados Unidos entraba formalmente en posesión de Cuba. Se trataba ahora de definir su futuro, y cualquiera que este fuese, el gobierno de Washington consideraba conveniente la desaparición de las instituciones representativas del movimiento libertador.

A ello contribuirían las contradicciones existentes entre los cubanos, sobre todo las surgidas entre Máximo Gómez, General en Jefe del Ejército Libertador, y la Asamblea de Representantes, máximo órgano político de la Revolución. Estas discrepancias fundamentalmente se referían a los procedimientos para licenciar al Ejército Libertador. El resultado fue la desaparición de ambas instituciones, que junto con la disolución del Partido Revolucionario Cubano (PRC) por decisión de su delegado Tomás Estrada Palma, dejó acéfalas a las fuerzas independentistas.

La ocupación militar por Estados Unidos, legitimada por el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, constituyó el marco experimental para la aplicación de la política con respecto a Cuba.

A pesar de los esfuerzos de los grupos pacifistas de Estados Unidos, la tendencia anexionista en todas sus variantes se abría un espacio cada vez más importante en las esferas de poder.

Sin embargo, ninguna de esas alternativas tenía como objetivo transformar las caducas estructuras de la ex colonia española en su tránsito hacia la independencia, sino a crear las condiciones para el fomento de un “mercado de tierra” que facilitara el traspaso de las propiedades a manos de políticos, magnates y propietarios norteños.

Desde fecha tan temprana como 1899, comenzó a ventilarse la posibilidad de preparar el terreno para la anexión, no mediante la prolongación de la ocupación militar directa, sino con el establecimiento de una república bajo determinadas condiciones. La supuesta incapacidad de los cubanos para gobernarse por sí mismos haría que muy pronto y de forma natural, ellos mismos solicitaran la anexión al poderoso vecino.

La primera piedra del edificio sería dictar las disposiciones sobre la convocatoria a la Asamblea Constituyente de Cuba, según la ley militar No.301 del 25 de julio de 1900. De acuerdo con lo dispuesto, la Convención debía redactar y adoptar una Constitución para el pueblo de Cuba, y como parte de ella, proveer y acordar con el Gobierno de Estados Unidos lo referente a las relaciones que deberían existir entre ambos gobiernos. En medio de los trabajos de la Comisión cubana encargada de dictaminar sobre las futuras relaciones bilaterales, el Congreso norteamericano aprueba la Enmienda Platt, con la que el gobierno de Estados Unidos se otorgaba el derecho a intervenir en los asuntos internos de la Isla cuando lo entendiera conveniente. A pesar de la oposición de los delegados a la Asamblea Constituyente, la presión norteamericana, que colocaba a los cubanos ante la decisión de tener una república con la Enmienda que limitaba su independencia o de continuar la ocupación, logró que esta quedara definitivamente aprobada por los cubanos el 12 de junio de 1901.

El primer presidente de la República, Tomás Estrada Palma, contaba con el visto bueno de las autoridades norteamericanas como posible freno a la ascendencia del liderazgo militar más radical en la vida política del país. Al mismo tiempo, el prestigio de Estrada Palma dentro de los círculos revolucionarios convirtió al sustituto de José Martí como delegado del PRC en uno de los candidatos favoritos entre los más amplios sectores de la población cubana, al margen de la filiación política. La desunión existente se acentúa al producirse el fracaso de la candidatura propuesta por Máximo Gómez, en la que Estrada Palma sería Presidente y Bartolomé Masó, quien había sido el último Presidente de la República en Armas, sería Vicepresidente, fracaso que se produce como consecuencia de la constitución de la coalición Pro Masó para proponer su candidatura a la Presidencia de la República y el posterior retraimiento de este último. A su vez, esta desunión fortalece las posiciones de los sectores más conservadores, agrupados en la referida coalición.

A este primer gobierno correspondería la difícil e  ingrata tarea de formalizar los vínculos de dependencia con Estados Unidos. A tal efecto, se firmó un conjunto de tratados que incluirían el de Reciprocidad Comercial, que aseguraba a Estados Unidos el control del mercado cubano y consolidaba la estructura monoproductora de la economía cubana; el Tratado Permanente, que daba forma jurídica a las estipulaciones de la Enmienda Platt, y el destinado a definir el emplazamiento de las estaciones navales norteamericanas.

La no solución de los problemas fundamentales que afectaban al territorio en su reconstrucción y la continuación y agudización de sus deformaciones estructurales promovieron un clima de malestar social. Los bajos salarios, las prolongadas jornadas laborales y la discriminación hacia el trabajador nativo – desplazado de los empleos mejor remunerados- fueron las principales demandas del incipiente movimiento obrero, que protagonizó huelgas, como la llamada Huelga de los Aprendices, apenas inaugurada la República el 20 de mayo de 1902.

La peculiar austeridad de Estrada Palma le ganó un prestigio de honestidad. mucho más cimentado por la desfachatez de los que le sucedieron en la jefatura del gobierno. En cambio, el anciano presidente no pudo sustraerse a las ambiciones políticas y se hizo reelegir mediante unas elecciones amañadas que inauguraron una invariable tradición en la historia de la República. El hecho provocó la sublevación del opositor Partido Liberal, desencadenado los acontecimientos que condujeron a una nueva intervención norteamericana. Durante casi tres años, 1906-1909, la Isla se mantuvo bajo la administración estadounidense, período que contribuiría a definir los rasgos del sistema republicano con una curiosa combinación de normación jurídica o corrupción gubernativa.

Bajo el imperio de la Enmienda Platt, los partidos políticos constituidos sobre la base del caciquismo y las clientelas -básicamente dos partidos, el Liberal y el Conservador- se disputaron el poder mediante trampas electorales y asonadas insurreccionales. El botín del triunfador era el tesoro público, fuente de enriquecimiento para una “clase política” que, teniendo en cuenta el creciente control de la economía cubana por los capitales estadounidenses, no encontraba otra esfera donde aplicar más provechosamente su talento.

Los escándalos no escasearon durante el gobierno de José Miguel Gómez (1909-1913), cuyo desempeño quedaría además marcado por la represión contra el levantamiento de los Independientes de Color, movimiento con el cual muchos negros y mulatos intentaron luchar contra la discriminación racial, aunque sin una clara conciencia de cómo hacerlo. El conservadurismo de su sucesor, Mario García Menocal (1913-1920), no fue suficiente para ocultar numerosas corruptelas, favorecidas por la bonanza económica que propició la Primera Guerra Mundial. Menocal logró reelegirse por los procedimientos que ya eran usuales, lo que provocó una nueva rebelión de los liberales y los aprestos intervencionistas de Estados Unidos.

Washington, preocupado por los frecuentes trastornos políticos de su neocolonia, había diseñado una política de verdadero tutelaje – la llamada diplomacia preventiva- que alcanzó su punto culminante con la designación del general Enoch Crowder en funciones de virtual procónsul, para fiscalizar al gobierno de Alfredo Zayas (1921-1925), que sería escenario de trascendentales movimientos neopolíticos.

El generalizado repudio a la injerencia norteamericana y la corrupción gubernamental dieron lugar a diversas corrientes de expresión de las reivindicaciones nacionalistas y democráticas. El movimiento estudiantil manifestaba un radicalismo que, vertebrado en el propósito de una reforma universitaria, rebasaría el marco en el que había surgido para asumir proyecciones revolucionarias bajo la dirección de Julio Antonio Mella. El movimiento obrero, cuyas raíces se remontaban a las décadas finales del siglo XIX, había seguido también un curso ascendente matizado por huelgas – la de los aprendices en 1902 y la de la moneda en 1907 entre las más importantes- que más tarde llegaron a constituir una verdadera oleada debido a la inflación generada por la I Guerra Mundial. El avance ideológico y organizativo del proletariado, en el cual se dejaban sentir los ecos de la Revolución de Octubre en Rusia, cristalizaría en la constitución de una central obrera nacional en 1925. Coincidentemente, y como expresión de la conjunción de las corrientes políticas más radicales del movimiento personificadas en Mella y Carlos Baliño, se constituiría en La Habana el primer Partido Comunista.

La economía cubana había crecido muy rápidamente durante las dos primeras décadas del siglo, estimulada por la reciprocidad comercial con Estados Unidos y la favorable coyuntura creada por la reciente guerra mundial. No obstante, ese crecimiento era extremadamente unilateral, basado de modo casi exclusivo en el azúcar y en las relaciones mercantiles con Estados Unidos. Por otra parte, los capitales norteamericanos, que habían afluido a la Isla con ritmo ascendente, eran los principales beneficiarios del crecimiento, puesto que controlaban el 70 por ciento de la producción azucarera además de su infraestructura y los negocios colaterales. El bienestar económico derivado de este proceso, además de muy desigualmente distribuido, revelaría una extraordinaria fragilidad. Ello se puso de manifiesto en 1920, cuando una brusca caída en el precio del azúcar provocó un crac bancario que dio al traste con las instituciones financieras cubanas. Poco después, cuando la producción azucarera alcanzaba los 5 millones de toneladas, se hizo evidente la saturación de los mercados, claro indicio de que la economía cubana no podía continuar sobre la base exclusiva del azúcar. La opción era el estancamiento o la diversificación productiva, pero esta última no lo permitían la monopolización latifundiaria de la tierra y la dependencia comercial de Estados Unidos.

El ascenso de Gerardo Machado a la presidencia en 1925 representa la alternativa de la oligarquía frente a la crisis latente. El nuevo régimen intenta conciliar en su programa económico los intereses de los sectores de la burguesía y el capital norteamericano, ofrece garantías de estabilidad a las capas medias y nuevos empleos a las clases populares, todo ello combinado con una selectiva pero feroz represión contra adversarios políticos y movimientos opositores. Bajo una aureola de eficiencia administrativa, el gobierno intentó poner coto a las pugnas de los partidos tradicionales, asegurándoles el disfrute del presupuesto estatal mediante la fórmula del cooperativismo. Con el consenso que logró, Machado decidió reformar la Constitución para perpetuarse en el poder.

No obstante los éxitos parciales alcanzados durante los primeros años de mandato, la dictadura machadista no consiguió acallar la disidencia de los políticos excluidos, y mucho menos aplastar el movimiento popular. Acaloradas por los excesos cometidos por el régimen y por el rápido deterioro de la situación económica bajo los efectos de la crisis mundial de 1929, estas fuerzas mostraron creciente beligerancia. Con los estudiantes y el proletariado como soportes fundamentales, la oposición a Machado desencadenó una sucesión de huelgas, intentos insurreccionales, atentados y sabotajes. La dictadura respondió con un aumento de la represión, que llegó a niveles intolerables. En 1933, el tambaleante régimen de Machado estaba a punto de dar paso a una revolución.

Alarmada, la recién estrenada administración de Franklin D. Roosevelt designó embajador en La Habana a B. Summer Welles, con la misión de encontrar una salida a la crisis dentro de los mecanismos tradicionales de dominación neocolonial. Pero la mediación de Welles se vio sobrepasada por los acontecimientos: el 12 de agosto Machado huía, derrocado por una prolongada huelga general.

El gobierno provisional que crearon los sectores derechistas de la oposición bajo los auspicios del embajador norteamericano sobreviviría apenas un mes. Un levantamiento de las clases y soldados del ejército, junto con el Directorio Estudiantil Universitario y otros grupos insurreccionales, llevó al poder un gobierno presidido por Ramón Grau San Martín que, principalmente por iniciativa de Antonio Guiteras, secretario de Gobernación, aprobó y puso en práctica diversas medidas de beneficio popular. Hostilizado por Estados Unidos y por la oposición y víctima en gran medida de sus propias contradicciones internas, esta administración solo pudo sostenerse unos meses en el poder. Factor fundamental en su caída, sería el ex sargento Fulgencio Batista, devenido coronel jefe del ejército de la noche a la mañana, quien emergió como árbitro del proceso político.

A pesar del apoyo norteamericano expresado en la abrogación de la Enmienda Platt y las medidas de estabilización económica   principalmente el sistema de cuotas azucareras y un nuevo tratado de reciprocidad comercial -los partidos oligárquicos restaurados en el poder mostraron ineptitud en el ejercicio del gobierno. Por esta razón, los destinos del Estado serían efectivamente regidos por Batista y sus militares. Pero esta forma autoritaria, que combinaba la represión con ciertas reformas socioeconómicas, se reveló incapaz de ofrecer una salida estable a la situación. Ello condujo a una transacción con las fuerzas revolucionarias y democráticas -debilitadas por divisiones internas- que serían plasmadas en la Constitución de 1940. Con esta Carta Magna, que recogía importantes reivindicaciones populares, se abrió un período de legalidad institucional.

El primer gobierno de esta etapa estuvo presidido por Fulgencio Batista, cuya candidatura había sido respaldada por una coalición de fuerzas. Su sucesor fue Ramón Grau San Martín, quien resultó electo en 1944 gracias al amplio respaldo popular que le granjearon las medidas nacionalistas y democráticas dictadas durante su anterior gobierno.

Las tímidas y escasas medidas reformistas de Grau y de Carlos Prío Socarrás (1948-1952) -ambos líderes del Partido Revolucionario Cubano (auténtico)- apenas afectaron las estructuras de propiedad agraria y de dependencia comercial que bloqueaban el desarrollo del país. Sí se valieron, en cambio, de la bonanza económica que reportaba la recuperación azucarera para saquear los fondos públicos en magnitudes sin precedentes. La corrupción administrativa se complementaba con el auspicio de numerosas bandas gansteriles, que los auténticos utilizaron para expulsar a los comunistas de la dirección de los sindicatos en medio de la propicia atmósfera de la Guerra Fría. El repudio a la situación imperante fue canalizado por el movimiento cívico político de la ortodoxia, cuyo carismático líder, Eduardo Chibás, se suicidaría en 1951, en medio de una encendida polémica con personeros gubernamentales.

Aunque todo auguraba el triunfo ortodoxo en las elecciones de 1952, las esperanzas se frustrarían por un golpe militar. El descrédito en que la experiencia auténtica había sumido a las fórmulas reformistas y las instituciones republicanas, más la  disposición hacia un gobierno de “mano dura” por los intereses norteamericanos y algunos sectores de la burguesía criolla, favorecieron las ambiciones de Fulgencio Batista, quien asaltó el poder el 10 de marzo de 1952.

El movimiento revolucionario (1953-1958)

La inercia e incapacidad de los partidos políticos burgueses para enfrentar al régimen castrense -al cual se adhirieron algunos de estos partidos- contrastó con la beligerancia de los sectores populares, en especial de la joven generación. De sus filas nació un movimiento encabezado por Fidel Castro (Birán, 1926), un joven abogado cuyas primeras actividades políticas se habían desarrollado en el medio universitario y las filas de la ortodoxia. Preconizando una nueva estrategia de lucha armada contra la dictadura, Fidel Castro se dio a la silenciosa y tenaz preparación de esa batalla. Las acciones se desencadenarían el 26 de julio de 1953, con el asalto simultáneo a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, concebidas como detonante de una vasta insurrección popular. Al fracasar la operación, decenas de asaltantes que cayeron prisioneros fueron asesinados. Otros sobrevivientes, entre los que se encontraba Fidel Castro, fueron juzgados y condenados a severas penas de prisión. En el juicio que se les siguió, el líder revolucionario pronunció un alegato de autodefensa – conocido como La Historia me absolverá- en el cual fundamentaba el derecho del pueblo a la rebelión contra la tiranía y explicaba las causas, vías y objetivos de la lucha emprendida. Este alegato se convertiría en el programa de la revolución.

Entretanto, la dictadura enfrentaba la crítica coyuntura creada por el descenso de los precios del azúcar con la manida fórmula de la restricción productiva. Para contrarrestar sus efectos depresivos, el gobierno inicia una movilización compulsiva de recursos financieros que, en proporción apreciable, terminarían en las arcas de los personeros del régimen. No obstante el fomento de nuevos renglones productivos en las dos décadas precedentes, la economía cubana, uncida al azúcar, no alcanzaba un crecimiento satisfactorio. Evidencia máxima de ello era la masa de desempleados y subempleados que ya, a mediados de la década de 1950, llegaría a constituir la tercera parte de la fuerza laboral.

El intento de la tiranía por legalizar su estatus mediante unas espurias elecciones en 1954, serviría al menos para aplacar su represión. La circunstancia fue aprovechada por el movimiento de masas, que en 1955 ascendió de manera significativa y logró la amnistía de los presos políticos – entre ellos los combatientes del Moncada- y escenificó huelgas obreras de gran importancia, sobre todo en el sector azucarero. En ese mismo año se funda el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, constituido por Fidel Castro y sus compañeros, y un año más tarde se crea el Directorio Revolucionario, que agrupa a los elementos más combativos del estudiantado universitario.

Tras demostrar la imposibilidad de toda lucha legal contra la tiranía, Fidel Castro marcha hacia México con el propósito de organizar una expedición liberadora e iniciar la guerra revolucionaria. Por su parte, los partidos burgueses de la oposición ensayan una maniobra conciliadora con Batista en busca de una salida “política”. El fracaso terminaría por hundirlos en el desprestigio.

El 2 de diciembre de 1956 Fidel Castro desembarcaba al frente de la expedición del yate Granma en Las Coloradas, provincia de Oriente. Dos días antes, los combatientes clandestinos del Movimiento 26 de Julio, al mando de Frank País, habían llevado a cabo en Santiago de Cuba un levantamiento de apoyo al desembarco. Al no coincidir ambas acciones, el levantamiento terminaba en un lamentable fracaso. Tras el revés del lugar llamado Alegría de Pío, que dispersara al contingente expedicionario, Fidel Castro y un puñado de combatientes lograban ganar el firme de la Sierra Maestra para constituir el núcleo inicial del Ejército Rebelde. Su carta de presentación sería, un mes después, la toma del pequeño cuartel de La Plata, que serviría para desmentir las versiones propaladas por la dictadura acerca del total exterminio de los expedicionarios.

En 1957, mientras el Ejército Rebelde se gestaba en las montañas con una serie de acciones -entre las más importantes se encuentra el combate de El Uvero, donde se aniquiló una guarnición de 59 soldados- en las ciudades se desarrollaba con gran ímpetu la lucha clandestina. El 13 de marzo de ese año, un destacamento del Directorio Revolucionario realizaba un ataque al Palacio Presidencial en La Habana, con el propósito de ajusticiar al tirano, pero fracasan. En esta acción cae José Antonio Echeverría, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria. A los atentados y actos de sabotaje, la tiranía respondería con un incremento de las torturas a los detenidos y una oleada de crímenes. En el mes de julio, el asesinato de Frank País provoca una huelga espontánea que paralizó gran parte de la nación. Poco después, en septiembre, el alzamiento del puesto naval de la ciudad de Cienfuegos pondría en evidencia las grietas en las fuerzas armadas del batistato. A finales de año, el ejército fracasa en su ofensiva contra la Sierra Maestra, en la que ya se han consolidado dos columnas guerrilleras.

A principios de 1958, el movimiento revolucionario decide acelerar la caída del tirano mediante una huelga general con características de insurrección. En la Sierra Maestra, Fidel Castro crea dos nuevas columnas al mando de los comandantes Raúl Castro y Juan Almeida, respectivamente, quienes deben abrir dos frentes guerrilleros en otras zonas montañosas de Oriente. La huelga convocada el 9 de abril se malogra con graves pérdidas para las fuerzas revolucionarias. Batista cree llegado el momento de liquidar la insurrección, y en el verano lanza una ofensiva de 10,000 hombres sobre la Sierra Maestra. En feroces combates y batallas -Santo Domingo, El Jigüe, Vegas de Jibacoa…- las tropas rebeldes derrotan a los batallones de la tiranía que logran penetrar en la Sierra y los obligan a retirarse. Ese es el viraje definitivo. Los partidos de la oposición burguesa, que hasta entonces han maniobrado para capitalizar la rebeldía popular, se apresuran en reconocer el indiscutible liderazgo de Fidel Castro.

Columnas rebeldes parten hacia diversos puntos del territorio nacional, entre ellas las de los comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, quienes avanzan hacia la provincia de Las Villas. En esa zona ya operan diversos grupos de combatientes, entre otros los del Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular (Comunista). El 20 de noviembre el Comandante en Jefe de las tropas rebeldes, Fidel Castro, dirige personalmente la batalla de Guisa, que marca el comienzo de la definitiva ofensiva revolucionaria. En acciones coordinadas, las ya numerosas columnas del II y el II frentes orientales van tomando las poblaciones aledañas para cerrar el cerco sobre Santiago de Cuba. Che Guevara, en Las Villas, toma uno tras otro los pueblos a lo largo de la carretera central y se apresta al asalto de la ciudad de Santa Clara, capital provincial, mientras que por su parte Camilo Cienfuegos rinde en tenaz combate el cuartel de la ciudad de Yaguajay.

El 1º de enero de 1959, Batista abandona el país. En una maniobra de última hora, bendecida por la embajada norteamericana, el General Eulogio Cantillo intenta crear una junta cívico-militar. Fidel Castro conmina a la guarnición de Santiago de Cuba a que se rinda y al pueblo a una huelga general que, apoyada masivamente por todo el país, aseguraría la victoria de la Revolución.

La Revolución Cubana

Apenas instalado en el poder, el Gobierno Revolucionario inició el desmantelamiento del sistema político neocolonial. Se disolvieron los cuerpos represivos y se garantizó a los ciudadanos, por primera vez en largos años, el ejercicio pleno de sus derechos. La administración pública fue saneada y se confiscaron los bienes malversados. De esta manera se erradicó esa funesta práctica de la vida republicana. Los criminales de guerra batistianos fueron juzgados y sancionados, se barrió a la corrompida dirección del movimiento obrero y quedaron disueltos los partidos políticos que habían servido a la tiranía.

La designación del Comandante Fidel Castro como Primer Ministro en el mes de febrero, imprimiría un ritmo acelerado a las medidas de beneficio popular. Se aprobó una rebaja general de alquileres; las playas, antes privadas, se pusieron a disposición del pueblo y se intervinieron las compañías que monopolizaban los servicios públicos. Un hito trascendental sería la Ley de Reforma Agraria, aprobada el 17 de mayo, la cual eliminaba el latifundio al nacionalizar todas las propiedades de más de 420 ha de extensión, y entregaba la propiedad de la tierra a decenas de miles de campesinos, arrendatarios y precaristas.

Esta medida, que eliminaba uno de los soportes fundamentales del dominio neocolonial, suscitó la airada respuesta de los intereses afectados. El gobierno de Estados Unidos no había ocultado su disgusto por el triunfo de la Revolución y, tras promover una malintencionada campaña de prensa, adoptó una política de hostigamiento sistemático, alentando y apoyando a movimientos contrarrevolucionarios. Los obstáculos interpuestos por el presidente Manuel Urrutia a las transformaciones revolucionarias provocaron en julio la renuncia de Fidel Castro al premierato, cargo al que retornaría días después en medio de multitudinarias manifestaciones de apoyo que determinaron la renuncia del presidente y su sustitución por Osvaldo Dorticós. En octubre aborta una sedición militar en Camagüey, orquestada por el jefe de esa plaza, el Comandante Hubert Matos, en abierto contubernio con latifundistas y otros elementos contrarrevolucionarios de la localidad. Entretanto, los crecientes actos de sabotaje y el terrorismo comenzaron a cobrar víctimas inocentes.

Para enfrentar la oleada contrarrevolucionaria, se crean las Milicias Nacionales Revolucionarias y también los Comités de Defensa de la Revolución, organización que, junto a la Federación de Mujeres Cubanas, la Asociación de Jóvenes Rebeldes y otras constituidas, posibilitaron la participación del pueblo en la defensa de la nación. La hostilidad norteamericana se materializa en sucesivas medidas encaminadas a desestabilizar la economía y aislar a Cuba del resto de la comunidad internacional. A ello la Revolución responde con una política exterior que amplía las relaciones y establece convenios con otros países – incluidos los socialistas- en una prueba de su decisión de romper la dependencia comercial. En agosto de 1960, Fidel Castro anuncia la nacionalización de todas las propiedades norteamericanas. Pocos meses después, son nacionalizadas las empresas de la burguesía cubana que, alineada junto a Estados Unidos y los sectores oligárquicos, se había entregado a maniobras de descapitalización y sabotaje económico.

Simultáneamente, el gobierno norteamericano  fomentaba la creación de organizaciones contrarrevolucionarias y bandas de alzados en distintas regiones del país, a las que suministraba armamento y otros abastecimientos. La administración Eisenhower – que rompe relaciones con Cuba en enero de 1961- había iniciado la preparación de una brigada mercenaria con el propósito de invadir la Isla, lo que se lleva a efecto el 17 de abril por Playa Girón, tras un bombardeo sorpresivo a las bases aéreas. En el sepelio de las víctimas de este ataque, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución. Bastaron menos de 72 horas para que el pueblo aplastase a la brigada que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) había tardado meses en adiestrar. Pese a esta histórica derrota, Estados Unidos no cejó en sus propósitos. Mediante el “Plan Mangosta” dispuso una sucesión de operaciones que no descartaban la intervención militar directa. Ello condujo a una grave crisis internacional en el mes de octubre de 1962, al conocerse la instalación de cohetes soviéticos en la Isla. Los compromisos que adoptaron la URSS y Estados Unidos para solventar  la crisis –sin escuchar los criterios de Cuba-, no pusieron fin a las prácticas de agresión del imperialismo.

Asimismo, la acción decidida del pueblo, organizado en las Milicias Nacionales Revolucionarias y también en las Fuerzas Armadas, enfrentó a las bandas armadas contrarrevolucionarias. Estas se liquidaron definitivamente en 1965, cuando la última (la de Juan Alberto Martínez Andrades), fue capturada el 4 de julio. Otros bandidos dispersos que trataban de huir de la justicia revolucionaria fueron aprehendidos durante los meses siguientes. Entre 1959 y 1965, actuaron en todo el territorio nacional 299 bandas con un total de 3,995 efectivos. Entre los combatientes de las tropas regulares y milicianas que participaron en las operaciones, más las víctimas de los crímenes de los bandidos, perdieron la vida 549 personas y muchas otras quedaron incapacitadas. El país tuvo que gastar alrededor de mil millones de pesos en esos difíciles años para la economía nacional.

En el ámbito internacional, Estados Unidos conseguía separar a Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) y que la mayor parte de las naciones latinoamericanas, salvo la honrosa excepción de México, rompieran relaciones con Cuba. No obstante, la Revolución cubana fortalecía sus vínculos con el campo socialista y los países del Tercer Mundo, participó en la fundación del Movimiento de Países No Alineados y desarrolló una activa política de solidaridad hacia los movimientos de liberación nacional.

La nación que resistió todo tipo de agresiones armadas debía sobrevivir también al férreo bloqueo económico, financiero y comercial decretado por  Estados Unidos en febrero de 1962 y que aún sigue vigente, transcurridas más de cinco décadas. Pero la solidaridad de la Unión Soviética y otros países socialistas, unida al esfuerzo laboral y la inventiva del pueblo, posibilitaron que la economía no solo se mantuviera funcionando, sino que creciese.

Se logró eliminar el desempleo y garantizar a la población la satisfacción de sus necesidades fundamentales. Una vasta campaña en 1961, suprimía el analfabetismo. Pese al éxodo de profesionales y técnicos alentado desde Estados Unidos, la creación de un servicio médico rural permitía llevar la asistencia a los más apartados rincones del país. El sistema educacional alcanza por primera vez una cobertura nacional, y un programa de becas pone la educación media y superior al alcance de toda la población. La calidad de vida se vio enriquecida gracias a una labor de difusión cultural, que se materializó en ediciones regulares – y generalmente masivas- de obras literarias, la creación y sustento de conjuntos artísticos, la promoción del movimiento de aficionados y una amplia producción y exhibición cinematográfica. En el mismo sentido influye la generalización de la práctica de deportes, la cual sustentaría una destacada participación de deportistas cubanos en lides internacionales.

Tan considerable esfuerzo popular no hubiera podido materializarse sin una apropiado conducción política. Desde el primer año de la Revolución, en las bases y direcciones de las organizaciones revolucionarias comienza una integración que no estaría exenta de dificultades. Poco después de que, en marzo de 1962,  Fidel Castro denunciara la existencia de deformaciones sectarias en ese proceso unitario, comienza la construcción del Partido Unido de la Revolución Socialista. Este adopta como fundamento la selección de su militancia sobre la base de la ejemplaridad de trabajadores elegidos en sus colectivos laborales. Un hito decisivo en la materialización de la unidad será la constitución del Comité Central del Partido Comunista de Cuba en 1965, como máxima instancia de dirección de la Revolución.

En 1963 de había adoptado una estrategia de desarrollo económico que, tomando en consideración las características de la economía cubana y las perspectivas comerciales con la URSS y otros países socialistas, tenía como pivote la agricultura, en la que se planteaba producir 10 millones de toneladas de azúcar para 1970. Al enfrentar este formidable reto, se produjeron serias distorsiones en la dirección de los procesos económicos, y también en la actividad de las organizaciones revolucionarias, concentradas en la vasta movilización de trabajadores que imponía el bajo nivel técnico de la agricultura cañera y las desproporcionadas estructuras demográficas. El fracaso de la “zafra de los 10 millones” daría paso a una profunda revisión de esa política.

A partir de 1971, se revitalizan las organizaciones revolucionarias y se inicia la institucionalización del país. Como culminación de una profunda reorganización, el Partido Comunista de Cuba celebra su primer congreso en diciembre de 1975, después de haber sometido sus principales documentos a discusión popular. El 24 de febrero de 1976 se proclama una nueva Constitución, aprobada en plebiscito por el voto secreto y directo del 95,7 por ciento de la población mayor de 18 años. Se crean las instancias del Poder Popular, mediante un proceso basado en la elección de los delegados de circunscripción entre los candidatos propuestos por los ciudadanos en reuniones según la zona de residencia.

Durante estos años también se afianza la posición internacional de Cuba. El restablecimiento de relaciones diplomáticas con estados del Caribe y diversos países latinoamericanos rompe el cerco tendido por Estados Unidos en la década anterior. Tras la firma de convenios comerciales con la Unión Soviética – cuyos favorables términos de intercambio se alejaban de las desiguales prácticas del mercado internacional- Cuba ingresa en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).

En 1976, tropas cubanas enviadas a África por solicitud del gobierno de Angola, contribuyen a liberar a ese país de la intervención sudafricana. Poco después otro contingente cubano participará en la defensa de Etiopía de la agresión somalí. La celebración en La Habana de la 6ta. Reunión Cumbre de los Países No Alineados en 1979, evidencia el prestigio ganado por la Revolución.

Tras un breve lapso de distensión durante los primeros años del gobierno de James Carter, Estados Unidos incrementa la agresividad de la política hacia la isla, sobre todo luego de la ascensión de Ronald Reagan a la presidencia. La gran potencia crea las mal llamadas radio Martí y TV Martí, intensifica el espionaje contra la Isla, realiza maniobras militares, ensaya ataques aéreos y trata de sancionar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Se pone sobre el tapete la posibilidad de una agresión directa.

Cuba responde con el perfeccionamiento del sistema defensivo y elabora el concepto de la Guerra de Todo el Pueblo. Su esencia radica en que cada cubano tenga un lugar, una forma y un medio en la lucha contra la posible agresión imperialista. La preparación del pueblo en las Milicias de Tropas Territoriales, las Brigadas de Producción y Defensa y las Zonas de Defensa frenaron las intenciones de una agresión directa.

El período 1980-1985 se caracterizó por avances significativos en el desarrollo económico y social, a pesar del incremento sistemático de la agresividad imperialista y de fenómenos climatológicos adversos. Sin embargo, a partir de 1985, comienzan a evidenciarse deficiencias y tendencias negativas, relacionadas fundamentalmente con la aplicación del sistema de dirección y planificación.

En abril de 1986, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Fidel Castro, planteó la necesidad de iniciar un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas que diera solución a los problemas que frenaban los principios de la Revolución cubana, tales como la constante participación popular en las decisiones y tareas, la unidad entre el desarrollo económico y social, la creación del hombre nuevo del cual habló el Che, el rescate de valores históricos, principalmente el pensamiento martiano y una aplicación más creadora del marxismo-leninismo.

No obstante la necesidad de perfeccionar el trabajo de construcción socialista, el pueblo cubano había alcanzado conquistas impresionantes.

En la salud se creó un sistema integral que va desde la atención primaria del médico de la familia y los policlínicos hasta hospitales especializados y centros de investigación. La asistencia médica gratuita forma una red que cubre a toda la población.

En la educación, Cuba muestra un índice absoluto  de alfabetización y nueve grados como promedio de escolaridad. No existe un solo niño sin escuela. En 1993, el peor año de la crisis, el presupuesto para la educación fue de 1,384 millones de pesos.

En lo que respecta al deporte, logró ubicarse entre los diez primeros países del mundo.

El desarrollo científico-técnico ha devenido un factor vital para la supervivencia de la patria y la Revolución. Se crearon instituciones como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas, el Centro de Inmunoensayo y el Centro Internacional de Restauración Neurológica.

El derrumbe, en 1989 del campo socialista y la posterior desintegración de la URSS se reflejaron dramáticamente en la sociedad cubana, puesto que el 85 por ciento de sus relaciones comerciales se concentraba con esa comunidad. Cuba disminuyó su capacidad de compra de 8,139 millones de pesos en 1989, a 2,000 millones en 1993. A ello se añadía el genocida bloqueo que Estados Unidos mantiene sobre Cuba.

La caída del socialismo en Europa oriental y en la URSS desencadenó una gran euforia en el gobierno de los Estados Unidos y entre los grupos contrarrevolucionarios cubanos en Miami. Se vaticinaba que el desmoronamiento de la Revolución cubana era cosa de días o de semanas. Llegaron a realizar gestiones políticas para la organización e integración de un nuevo gobierno. Sin embargo, pasaban los meses, se ampliaba la crisis, pero en Cuba no había descomposición.

Desde julio de 1989, el Comandante en Jefe Fidel Castro alertó acerca de la posibilidad de la desaparición del campo socialista e incluso acerca de la desintegración de la URSS, y ya en octubre de 1990, elaboró las directivas para enfrentar el Período Especial en tiempo de paz. Este era un concepto de la doctrina militar de Guerra de Todo el Pueblo, referido a las medidas para encarar el bloqueo total, golpes aéreos y desgaste sistemático, así como una invasión militar directa.

En 1991, se efectúa el IV Congreso del PCC en el que se precisa la necesidad de salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo. En este congreso se tomaron importantes acuerdos relativos a las modificaciones a la Constitución, los estatutos del Partido y se sentaron las bases de la estrategia para resistir y comenzar la recuperación.

Se pusieron en práctica medidas encaminadas a  elevar la eficiencia económica y la competitividad, lograr el saneamiento financiero interno, hallar soluciones al endeudamiento interno; alcanzar la reinserción en la economía internacional, incentivar la inversión de capital extranjero y fortalecer la empresa estatal. También se analizó la necesidad de ampliar los cambios económicos que fuese necesario hacer, de manera gradual y ordenada.

En síntesis, se trataba de utilizar, sobre la base de la preservación de los postulados esenciales de justicia social y de las conquistas, los mecanismos de las relaciones monetario-mercantiles y de la gestión capitalista para, de forma controlada, detener el descenso de la economía interna y, luego,  reactivarla e iniciar su recuperación.

Como era de suponer, el imperialismo norteamericano y los grupos apátridas de Miami, molestos ante la resistencia cubana, incrementaron las acciones para difamar a la Revolución, desestabilizarla y arreciar el bloqueo económico. A mediados de 1992, la Casa Blanca aprueba la Ley Torricelli que otorga al Presidente de Estados Unidos la potestad de aplicar sanciones económicas a países que mantengan relaciones comerciales con Cuba y prohíbe el comercio de subsidiarias de empresas norteamericanas radicadas en terceros países con la Isla.

A pesar de la Ley Torricelli, Cuba comienza a expandir su comercio, obtiene algún financiamiento para determinadas actividades económicas y empresas de varias naciones comienzan a realizar inversiones y establecen vínculos económicos con el país.

En febrero de 1993, año más agudo de la crisis, se realizan elecciones, cuyos resultados demuestran el apoyo popular a la Revolución: el 99,7 por ciento de los electores emite su voto y solo el 7,3 por ciento lo hace en blanco o anula la boleta.

La camarilla anticubana asentada en Estados Unidos recurre otra vez al intento de promover la subversión interna. Organiza actos terroristas, provocaciones, sabotajes; infiltra agentes…  Más de mil horas de radio se dirigen hacia la Isla. También estimula las salidas ilegales. Esto último dio lugar, en 1994, al incremento del robo de embarcaciones y a hechos que ocasionaron muertes de personas en el mar. Ante estos hechos, el gobierno cubano decidió no impedir las salidas ilegales, medida que obligó a la Administración norteamericana a sentarse a la mesa de negociaciones y firmar un acuerdo migratorio con Cuba, el 9 de septiembre de 1994.

Después de 36 años, Estados Unidos se vio en la necesidad de tomar medidas que desestimularan las salidas ilegales hacia ese país.

En julio de 1995, de nuevo el pueblo cubano dio una contundente demostración de unidad y apoyo a la Revolución al celebrarse las elecciones para delegados al Poder Popular. A pesar de la campaña desplegada por la propaganda revolucionaria, que orientaba la abstención en los comicios, el 97,1 por ciento de los electores ejercieron el voto, el 7 por ciento de las boletas fueron anuladas y el 4,3 por ciento depositadas en blanco. Es decir, más del 87 por ciento del electorado expresó su actitud de apoyo a la Revolución.

Las frustraciones de la camarilla contrarrevolucionaria del exilio cubano y algunos sectores del gobierno norteamericano, después del espejismo provocado por el derrumbe del campo socialista, volvieron a la carga, ahora con un proyecto propio del hombre de las cavernas: la Ley Helms-Burton.

Esta Ley, prevé un bloqueo económico total, absoluto e internacional. También pretende impedir la inversión extranjera y cortar todo tipo de financiamiento y suministro desde el exterior del país. Establece diversas sanciones a las empresas y empresarios que mantengan relaciones económicas con Cuba. Además legaliza el apoyo de Estados Unidos a los grupos contrarrevolucionarios de la Isla y establece el derecho de ese país a determinar qué tipo de gobierno, de sociedad y de relaciones deberá tener Cuba después de derrocada la Revolución. En fin, esta ley pretende rendir por hambre al pueblo cubano y prácticamente anexar el país a Estados Unidos.

Después de aprobada la ley en el Congreso de Estados Unidos, los grupos de ultraderecha, aprovechan el incidente provocado por la organización contrarrevolucionaria de Miami “Hermanos al Rescate” cuando el 24 de febrero de 1996 el gobierno cubano se vio obligado a derribar dos avionetas que en diversas ocasiones habían violado el espacio aéreo cubano  lo que había provocado varias advertencias al gobierno de Estados Unidos para presionar a la Administración norteamericana a que firmara la ley, que entró en vigor en agosto de ese mismo año.

Esta ley no sólo ha concitado el rechazo de todo el pueblo cubano, sino de prácticamente la totalidad de los pueblos y gobiernos del mundo, así como de las organizaciones e instituciones internacionales. Prueba de ello son las votaciones contra el bloqueo en la ONU, el acuerdo de la OEA en rechazo a la ley Helms-Burton, las posiciones de México y Canadá, de la Unión Europea, del Grupo de Río, etc.

Cuba, a pesar de los efectos negativos y de la creación de una situación más compleja y difícil que genera dicha Ley, ha continuado la aplicación de su estrategia y paulatinamente, con serenidad y firmeza, logró detener el descenso económico y obtener una reanimación gradual en los años sucesivos.

Por otra parte, se han mantenido los sistemas de salud y educación y la seguridad social. No ha quedado ningún cubano desamparado y en el año 1997 la tasa de mortalidad infantil por cada mil nacidos vivos fue de 7,3. La expectativa de vida sobrepasa los 75 años.

En enero de 1998 se efectuaron las elecciones de candidatos a diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular y de delegados a las Asambleas Provinciales. El 98,35 por ciento de los electores votaron, el 1,64 por ciento de las boletas fueron anuladas y el 3,36 por ciento fueron depositadas en blanco, lo que arroja un total de 95 por ciento de votos válidos. El 94,39 por ciento correspondió al voto unido, o sea, a la candidatura propuesta pro la Comisión Nacional Electoral.

En ese mismo mes se produjo la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II. Todo el pueblo – creyentes y no creyentes- dio una masiva demostración de hospitalidad y respeto, tanto en la bienvenida como en las misas que ofreció y en todas sus demás actividades. Así se puso de manifiesto la falsedad de las campañas propagandísticas de los aparatos de divulgación dominados por el imperialismo, pues todo el mundo pudo observar la libertad con que actuó y se expresó Su Santidad en todo momento.

En conclusión, todo el accionar imperialista y contrarrevolucionario ignora algo vital en la historia de Cuba: la capacidad de resistencia del pueblo, la inteligencia y la habilidad de la dirección revolucionaria y la justeza de la lucha de este país por su independencia.

División Político-Administrativa

Luego de ser aprobada por el Consejo de Ministros, mediante la Ley 1304 el 2 de julio de 1976, comenzó a regir la división político-administrativa que amplió de seis a  14 las provincias. A Isla de Pinos (de la Juventud desde 1978)  se le confirió la condición de municipio especial para ser atendido por el gobierno central considerando sus características geográficas y económicas.

En agosto de 2010, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó otras modificaciones, con el propósito de favorecer las labores de los gobiernos y las administraciones, el control de los recursos, la comunicación con los pobladores y, en resumen, contribuir a una mejor gestión en las tareas económicas y productivas y de servicios.

A partir de esta Ley, actualmente existen 15 provincias:  Pinar del Río, La Habana, Artemisa, Mayabeque, Matanzas, Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.

Esta división territorial entró en efecto el 1 de enero de 2011.

Medio Ambiente

Cuba presta especial atención a la protección del medio ambiente en el contexto de una política de desarrollo consagrada en la obra revolucionaria iniciada en 1959,

El Artículo 27 de la Constitución de la República postula que:
“El Estado protege el medio ambiente y los recursos naturales del país. Reconoce su estrecha vinculación con el desarrollo económico y social sostenible para hacer más racional la vida humana y asegurar la supervivencia, el bienestar y la seguridad de las generaciones actuales y futuras. Corresponde a los órganos competentes aplicar esta política.  
Es deber de los ciudadanos contribuir a la protección del agua, la atmósfera, la conservación del suelo, la flora, la fauna y todo el rico potencial de la naturaleza”.

En esa línea, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la Ley del Medio Ambiente  el 11 de julio de 1997,

La forma de la isla de Cuba, larga y estrecha orientada de este a oeste, no permite la existencia de ríos largos y caudalosos. Entre los más importantes se encuentran el Cauto, Toa, Sagua la Grande, Zaza y Caonao. Abundan los manantiales y los saltos de agua en zonas de relieve abrupto, y también  las cuevas, con destaque para la gran galería de Santo Tomás, entre las más extensas del hemisferio occidental.

Algunas cadenas montañosas de relativamente poca elevación, atraviesan diversas partes del territorio. Las más notables son: la Cordillera de Guaniguanico, en el occidente; la de Guamuhaya en la porción central; el macizo Sagua-Baracoa y la Sierra Maestra en el oriente, localizándose en la última la mayor altura del país, el Pico Real del Turquino, con 1 974 m sobre el nivel del mar.

El paisaje varía desde el semidesértico hasta los bosques tropicales húmedos.

La biodiversidad es alta. La fauna se conserva en toda su riqueza. Las especies de pájaros, por ejemplo, incluyen el zunzún, el más diminuto del mundo y que puede verse en la occidental zona pinareña, y los flamencos rosados, asentados en estrchos marinos existentes entre la Isla y los cayos norteños. Mientras,  la flora está compuesta por más de 6 370 tipos de plantas superiores.

Son Reservas de la Biosfera, así autorizadas por la UNESCO, la Península de Guanahacabibes y la Sierra del Rosario, en Pinar del Río; el Parque Baconao, en Santiago de Cuba; y Cuchillas del Toa, en Holguín y Guantánamo.

Clima

Cuba presenta un clima semitropical, la temperatura promedio anual alcanza a los 25° C (77° F). La temporada húmeda y de lluvias transcurre durante los meses de mayo a octubre.

Sistema Político

Escogido soberanamente por los cubanos, el sistema político está fundamentado en la igualdad y la solidaridad entre los hombres y mujeres, en el derecho a la autodeterminación, la independencia y la justicia social.

La existencia de un solo partido, el Partido Comunista de Cuba, responde a factores históricos. Es heredero y continuación histórica del Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí en el siglo XIX para liberar a Cuba del colonialismo español. Cantera del PCC es la Unión de Jóvenes Comunistas.

Los cubanos participan en la toma de decisiones  a través de diversas organizaciones de masas (la Central de Trabajadores de Cuba, los comités de Defensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas, la Organización de Pioneros José Martí, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, la Federación Estudiantil Universitaria)  n, e Defensa de la Revolucide Mistentes entre la Isla y los cayos norteños.  y otras organizaciones de la sociedad civil de acuerdo con intereses, edades y prioridades.

La Constitución de la República de Cuba fue aprobada en referendo por el 97,7% de los electores, el 15 de febrero de 1976, en un plebiscito en el que participó el 98% por ciento de los votantes.

Esta Carta Magna dio categoría de órgano supremo del poder del Estado a la Asamblea Nacional del Poder Popular , surgida con las elecciones del año 1976.

La Asamblea Nacional tiene la potestad de reformar la Constitución, aprobar modificar o derogar leyes, discutir y aprobar los planes nacionales de desarrollo económico, el presupuesto del Estado, sistemas monetario y crediticio, lineamientos de política exterior e interior, así como también elegir al Consejo de Ministros y miembros del Tribunal Supremo y la Fiscalía General de la República.

Sus diputados eligen al Consejo de Estado, que la representa entre uno y otro período de sesiones, ejecuta los acuerdos de ésta y cumple las demás funciones que la Constitución le atribuye.

El Presidente del Consejo de Estado es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno. Por tanto, el Jefe del Gobierno cubano tiene que someterse a dos procesos electorales: primero ser electo Diputado por el voto libre, directo y secreto de la población, y después por los Diputados, también de manera directa y secreta. El Consejo de Estado está integrado, además, por un Primer Vicepresidente, cinco Vicepresidentes, un Secretario y 23 miembros.

El Consejo de Ministros es el máximo órgano ejecutivo y administrativo y constituye el Gobierno de la República. Esta integrado por el Jefe de Estado y de Gobierno, el Primer Vicepresidente y los Vicepresidentes del Consejo de Estado y los ministros y presidentes de organismos afines.

El órgano más importante del Consejo de Ministros es su Comité Ejecutivo, integrado por el Presidente, el Primer Vicepresidente y los vicepresidentes, quienes controlan y coordinan por sectores la labor de los ministerios y organismos centrales de la administración.

Entre las atribuciones del Consejo de Ministros se encuentran organizar y dirigir la ejecución de las actividades políticas, económicas, culturales, científicas, sociales y de defensa acordadas por la Asamblea Nacional del Poder Popular. Asimismo, propone los proyectos de planes generales de desarrollo económico social del Estado y, una vez aprobados por la Asamblea nacional, organiza, dirige y controla su ejecución.

Economía

Con una economía abierta y dependiente de sus relaciones económicas externas, Cuba no  está exenta de los impactos de la crisis estructural sistémica internacional, con la simultaneidad de las crisis económica, financiera, energética, alimentaria y ambiental.

Esta se ha manifestado en la inestabilidad de los precios que intercambio, en las demandas para sus mercancías y servicios de exportación y en mayores restricciones en las posibilidades para obtener financiamiento externo.

De 1997 a 2009, las variaciones de precios en las exportaciones y las importaciones produjeron una pérdida neta por 10 mil 900 millones de dólares. En promedio, el poder de compra de las exportaciones de bienes se deterioró 15 %.
También afecta a Cuba el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero que ininterrumpidamente, por espacio de medio siglo, le es impuesto por Estados Unidos, situación que ha provocado cuantiosas pérdidas.

A finales del año 2004 se abrieron para Cuba nuevas posibilidades de inserción internacional con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que potenciaron las fuentes de ingresos provenientes de la prestación de servicios, fundamentalmente los servicios médicos a Venezuela y a otros países de la región. Asimismo, se incrementaron de manera sustancial las relaciones comerciales y financieras con otros países, entre los que se destacan China, Vietnam, Rusia, Angola, Irán, Brasil y Argelia.

El paso de 16 huracanes por el archipiélago cubano desde 1998 a 2008 causaron daños valorados en 20 mil 564 millones de dólares, sin incluir las cuantiosas afectaciones ocasionadas por la sequía.

En el orden interno, han estado presentes factores tales como  baja eficiencia, descapitalización de la base productiva y la infraestructura,, envejecimiento y estancamiento en el crecimiento poblacional.

Por otra parte, en cuanto al funcionamiento de la economía, a partir del año 2003 se produjo una elevada centralización de los mecanismos de asignación y utilización de las divisas.

Desde el año 2005 se evidenciaron las limitaciones para enfrentar el déficit de la cuenta financiera de la balanza de pagos, las retenciones bancarias de transferencias al exterior y el elevado monto de los vencimientos de la deuda; todo lo que condujo a adoptar medidas .

En 2011, el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba aprobó los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, cuyo proyecto fue sometido a debate y respaldado por la mayoría de los ciudadanos, reformulándose a partir de las propuestas realizadas por estos.

Objetivo de los Lineamientos es actualizar el modelo económico cubano para garantizar la continuidad e irreversibilidad del Socialismo, el desarrollo económico del país y la elevación del nivel de vida de la población, conjugados con la necesaria formación de valores éticos y políticos de los ciudadanos.

Los Lineamientos definen que el sistema económico que prevalecerá continuará basándose en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, donde deberá regir el principio de distribución socialista “de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo”.

El modelo reconocerá y promoverá, además de la empresa estatal socialista, forma principal en la economía nacional, a las modalidades de  inversión extranjera, cooperativas, agricultores pequeños, usufructuarios, arrendatarios, trabajadores por cuenta propia y otras formas que pudieran surgir para contribuir a elevar la eficiencia. 

Sociedad

Cuba cuenta con más de 11 millones de habitantes, que según la poetisa Nancy Morejón, “nos hemos dado a la tarea de crear una nación homogénea a partir de la propia heterogeneidad de la nación, creada por un propósito político más que por cualquier controversia cultural o racial. Somos una mezcla. No nos hemos aculturado a las costumbres españolas o africanas… Nos producimos a nosotros mismos como un pueblo mestizo que ha heredado y sostiene ambos componentes sin ser ya africanos ni españoles, sino sólo cubanos”.

Para el historiador Julio Le Riverend, el cubano es “abierto al mundo, gustoso de conocer lo nuevo para ajustarlo a su imaginación creadora, unido y unidor desde las revoluciones del siglo pasado, fiel a su experiencia e identidad históricas, desposeído de rasgos xenófobos; así es el cubano que quizás por hallarse en tierra que ha sido, y es, crucero del mundo, piense como Martí que “Patria es Humanidad”. Baila y camina, y canta, canta hondo, al ritmo embrujante de la percusión de la música. Y crea, además, melodías que han recorrido el mundo, tanto o más que las de otros pueblos, pues cada uno se expresa para todos a su manera. No pierde su talante, cualquiera que sea la tarea por hacer, porque sabe que cuanto desea –ser él mismo y no disfraz exótico de otros- se hará”.

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